Eran días de oscuridad,
alrededor todo se desmoronaba, temía que en cualquier momento su vida se
apagara, la ansiedad no la dejaba respirar, la rabia se amontonaba en su
interior llenando su grácil cuerpo de bilis, quería llorar pero sus lágrimas se
rebelaban negándose a salir, era el castigo del subconsciente para el que no
cabía el perdón, no, no, no y mil veces no le gritaba, se sentía agotada, su
voz era apenas perceptible los porqués se amontonaban uno encima de otro,
buscaba, escudriñaba en su memoria algún indicio que le hiciera entender su
intención de morir... Se sentó en la terraza a fumar un cigarrillo, aguzó el
oído intentando reconocer la melodía que le llegaba, era un susurro de lamento,
abrió más la ventana y el susurro se convirtió en un grito
quejicoso "¡Sigue viviendo! ¡Yo soy la vida! ¡En mis ojos está
tu cielo! ¡Tú no estás sola! ¡Tus lágrimas enjuto! ¡Estoy en tu
camino y soy tu soporte! ¡Sonríe y espera! ¡Yo soy el amor! ¿Es todo
lo demás sangre y fango?... se estremeció al reconocer la voz de María Callas,
pareciera que le hablaba a ella a través de La Mamma Morta, la congoja se
apoderó de todo su ser, un nudo le oprimía el pecho pero sus lágrimas, esas
lágrimas con sabor a mar que tan bien conocía se negaban a caer...
Veda Lontana
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