Vivía
en una mansión solariega que había heredado de su abuela materna, siempre había
sido una persona reservada e introvertida, a decir verdad, evitaba relacionarse con la gente si no era
estrictamente necesario, su pasión eran los libros, poseía una de las mayores
bibliotecas privadas de la provincia, cuando se levantaba por las mañanas se
dirigía a la biblioteca cerraba la puerta y su mundo se transformaba en viajes
inesperados, historias de amor, asesinatos, naufragios, guerras, vivía todo
tipo de aventuras junto a sus personajes con los que mantenía intensas conversaciones,
se enfadaba con ellos, los cuestionaba, les recriminaba sus actos, otras veces,
se enzarzaba en discusiones bizantinas que acababan enojándolo entonces, ¡plaf!
cerraba el libro y subía los peldaños de la escalera móvil uno a uno hasta
llegar al estante más alto de la biblioteca, lo colocaba con mucho cuidado y le
decía gritando, ¡desde ahí tendrás mejor visión del mundo!, entonces impulsaba
con fuerza la escalera que lo desplazaba a lo largo de la biblioteca y cuando
se detenía comenzaba a bajar lentamente los peldaños cogiendo un libro al azar,
alcanzado el suelo, se dirigía al sillón bajo la ventana y en ese momento
descubría a quien había rescatado del estante, ¡amigo Baudelaire! masculló, ¿con
que oscuras palabras vas a deleitar mis oídos?, abrió el libro hacia la mitad y
comenzó a recitar ¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria, Qué dirás,
corazón mío, corazón otrora marchito, A la hermosísima, a la buenísima, a la
carísima, cuya divina mirada de pronto te ha reflorecido? (…) y cuéntame amigo,
¿por estos hermosos versos fuiste procesado?, considerar estas palabras
ofensivas es, en sí mismo, una ofensa, así es, los imbéciles burgueses
defendiendo la moral cuando son los mayores inmorales, poeta maldito me
llamaron, no penes amigo mío porque no hay mayor justicia que la del tiempo y
hoy se te considera el padre espiritual del decadentismo por tu oposición a la burguesía…¿de
veras?, de veras, aunque tu fama de libertino te precede, ja, ja, ja, ja, ja,
una sonora carcajada invadió la estancia, son ellos el problema esencial de la
condición humana, los que me han llevado a rebelarme de la mezquindad que los
atesora, los que me han empujado a abrazar el mal, bueno, bueno mi gran poeta no
te subleves que el mundo embebe la conciencia del mal… cerró el libro y con
andar cansino se dirigió hacia los estantes de la biblioteca… ¿acaso no era él
un personaje más de novela?...
Veda
Lontana
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