¿Dónde quedan el amor, los sueños, las caricias, las
confidencias de los amantes que no se entregan?, estos eran sus pensamientos
cuando el ruido del tren que se precipitaba por la vía la sacó de su
ensimismamiento, miró en derredor observando a la gente que pasaba apresurada
arrastrando sus maletas, a los que bajaban y se abrazaban con la alegría del
que llega, a los que se besaban y decían adiós entre lágrimas y promesas de
retorno, era una combinación de alegría y tristeza de gentes que iban y venían como
si en esos pocos minutos se decidiera sus vidas.
Se contempló sentada en aquél frío banco de la estación y
la embargó una profunda congoja, ¿de quién se despediría ella?, ¿quién la
estaría esperando?, las lágrimas humedecieron su rostro y vinieron a su memoria
las palabras de Baudelaire “¡Lo irreparable roe con sus dientes malditos!” y
fue entonces cuando comprendió que no quería necesitarlo si no podía tenerlo.
Arrastró su maleta por el andén hasta la puerta de salida, no estaba dispuesta
a huir y no lo haría, el destino había jugado con ella pero era el momento de
volver a retomar su vida.
Veda Lontana
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