Sea
cual sea el patrimonio cultural de una persona el bagaje de su vida le otorga
una sabiduría de la que siempre se puede aprender… escuchaba con atención las
palabras de aquél hombre marcado por su lucha, contaba con setenta y ocho años
de edad, seis tiros en su cuerpo avejentado y quince años de cárcel segados de
su vida, un hombre torturado y vilipendiado por sus represores al que jamás
consiguieron doblegar, sus cicatrices sensibles al recuerdo se evidenciaban en
sus palabras, a Frederic le sorprendió como pasó de soslayo por las torturas
para incidir amargamente en los siete años en que lo habían privado de lectura,
¡durante siete años no me dejaron leer!, ¿era esta la mayor de sus torturas? Su
mirada perdida y vidriosa contenía un fuego abrasador, su voz cadenciosa
transmitía su sufrimiento, temió volverse loco, había dicho, pero el yo de sus
pensamientos, ese amigo incuestionable fue su compañero fiel, el que le enseño
a conocerse y hacerse, el que lo salvó de la locura que tanto temía… éste
hombre insignificante a los ojos de los otros en el que nadie repararía por sus
desvalidas vestiduras y austera vida poseía lo más preciado por todos, la
libertad.
Frederic
se quedó pensativo y concluyó que la honestidad, la generosidad y la humildad
solo se pueden dar si antes uno las posee…y deslizando sus dedos por las teclas
del piano comenzó a interpretar Le Brasier de tristesse de Sylvain
Chauveau…
Estoy de acuerdo. El patrimonio cultural es un ropaje insolvente si el bagaje vital no consigue darlo profundidad.
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