Su cabeza era un remolino levógiro de pensamientos, absurdos
unos, ilógicos otros, pero de cualquier forma, tormentosos e insistentes que la
mantenían en vigilia hasta altas horas. El otoño se hacía sentir y se apresuró
a cerrar la ventana, se quedó embobada contemplando una luna inmensa y radiante
que iluminaba la oscuridad, su mente rápidamente comenzó a girar en sentido
dextrógiro para recuperar aquella noche en que la luna fue testigo mudo de sus
cuerpos desnudos en la playa, la atrajo hacia sí y comenzó a mordisquear el lóbulo de su oreja mientras le susurraba que se fuera a vivir con él, recorrió su cuello con pequeños besos hasta que alcanzó su boca y atrapando su
labio inferior entre sus labios se sumergieron en un beso intenso y salado, lentamente deslizó las manos por sus pechos, cogiendo entre los dedos sus pezones hinchados que persiguió con la boca, sus cuerpos
buscaron la fricción, la excitación era intensa, extendió la toalla encima de
la arena y la invitó a tumbarse junto a él, ávidos de poseerse se entregaron con la pasión del amor y allí quedaron tendidos bajo la cómplice mirada de la luna, habían pasado
nueve años desde entonces y ahora cuando contemplaba la luna solo podía verla
rota…
Veda Lontana
Buen relato Veda.
ResponderEliminarLa sensualidad, tristeza y nostalgia quedaron bien expuestos.
Felicitaciones
Muchas gracias Ricardo, las opiniones son importantes y, en este caso, la tuya me estimula a seguir fabulando.
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