El otoño se hacía sentir en las hojas de los árboles, en el frescor del
aire, en la luz que acortaba los días, era el preludio tibio del anuncio
del invierno. La brisa mecía suavemente el balancín del jardín donde ella ojeaba
las fotos de su viejo álbum. Lo cerró sobre su pecho dejando escapar un
suspiro, la melancolía se le metió dentro y no hizo nada por atrapar su mente
que viajaba por el recuerdo de otros lugares, de otros tiempos. Esa brisa
comenzó lentamente a ser viento que elevaba en remolinos las hojas caídas; las
nubes, tiñéndose de negro, se iban agrupando en el cielo para impedir el paso
del sol, sintió frío y se apresuró a entrar en casa, se dirigió a la cocina
para tomar ese té con menta que tomaba todas las tardes y que, sin duda,
reconfortaría el interior de su cuerpo, encendió la radio y se sentó en la
silla roja de la cocina, la voz imponente de Pavarotti invadió el silencio, Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore infranto! Ridi del duol, che t'avvelena il
cor!..., subió el volumen de la radio, Ridi Pagliaccio era una de sus óperas
favoritas, absorta en el amor despedazado del Payaso que debe reír de su propio
dolor, pegó un grito al verse sorprendida por un gran estruendo, sonó como si
la tierra se partiera en dos, la radio quedó en silencio, solo se escuchaba
el viento que silbaba al colarse por las rendijas de las
contraventanas, fue cerrando las ventanas interiores, el agua azotaba con
fuerza, escuchó un portazo, la puerta del dormitorio se había cerrado de golpe,
la ventana estaba abierta y se apresuró a cerrarla, de pie ante ella se quedó
paralizada, el espectáculo era desolador, decenas de fotografías volaban por el
aire, sintió una punzada de dolor en el pecho, corrió hacia al jardín
intentando atraparlas, fue de un lado a otro bajo una lluvia insolente, ajena a
sus lágrimas que se confundían con el agua, consiguió reunir un gran número de
ellas, estaban sucias algunas, otras casi irreconocibles, puso una zafa con
agua y las fue lavando una a una con mucho cuidado, improvisó un tenderete con
hilo de bramante y las colgó para que secaran, cuando hubo terminado se quedó
contemplando todos esos pedazos de papel que reflejaban de forma muda retazos
de su vida, la radio recobró la vida, reconoció la voz de Roberto Alagna
interpretando Una furtiva lágrima, por un momento pensó que la radio la
espiaba, esbozó una triste sonrisa de payaso y se le escapó una furtiva lágrima
al ver que todo lo vivido se había convertido en papel mojado…
Veda Lontana
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