viernes, 3 de octubre de 2014

El otoño, el payaso, la furtiva lágrima y el papel mojado



El otoño se hacía sentir en las hojas de los árboles, en el frescor del aire, en la luz que acortaba los días, era el preludio tibio del anuncio del invierno. La brisa mecía suavemente el balancín del jardín donde ella ojeaba las fotos de su viejo álbum. Lo cerró sobre su pecho dejando escapar un suspiro, la melancolía se le metió dentro y no hizo nada por atrapar su mente que viajaba por el recuerdo de otros lugares, de otros tiempos. Esa brisa comenzó lentamente a ser viento que elevaba en remolinos las hojas caídas; las nubes, tiñéndose de negro, se iban agrupando en el cielo para impedir el paso del sol, sintió frío y se apresuró a entrar en casa, se dirigió a la cocina para tomar ese té con menta que tomaba todas las tardes y que, sin duda, reconfortaría el interior de su cuerpo, encendió la radio y se sentó en la silla roja de la cocina, la voz imponente de Pavarotti invadió el silencio, Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore infranto! Ridi del duol, che t'avvelena il cor!..., subió el volumen de la radio, Ridi Pagliaccio era una de sus óperas favoritas, absorta en el amor despedazado del Payaso que debe reír de su propio dolor, pegó un grito al verse sorprendida por un gran estruendo, sonó como si la tierra se partiera en dos, la radio quedó en silencio, solo se escuchaba el viento que silbaba al colarse por las rendijas de las contraventanas, fue cerrando las ventanas interiores, el agua azotaba con fuerza, escuchó un portazo, la puerta del dormitorio se había cerrado de golpe, la ventana estaba abierta y se apresuró a cerrarla, de pie ante ella se quedó paralizada, el espectáculo era desolador, decenas de fotografías volaban por el aire, sintió una punzada de dolor en el pecho, corrió hacia al jardín intentando atraparlas, fue de un lado a otro bajo una lluvia insolente, ajena a sus lágrimas que se confundían con el agua, consiguió reunir un gran número de ellas, estaban sucias algunas, otras casi irreconocibles, puso una zafa con agua y las fue lavando una a una con mucho cuidado, improvisó un tenderete con hilo de bramante y las colgó para que secaran, cuando hubo terminado se quedó contemplando todos esos pedazos de papel que reflejaban de forma muda retazos de su vida, la radio recobró la vida, reconoció la voz de Roberto Alagna interpretando Una furtiva lágrima, por un momento pensó que la radio la espiaba, esbozó una triste sonrisa de payaso y se le escapó una furtiva lágrima al ver que todo lo vivido se había convertido en papel mojado…

Veda Lontana

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