Cayó
de rodillas sobre las negras cenizas que se esparcían por la tierra, las removió
con las manos en un intento desesperado de encontrar cualquier indicio que le
diera certeza de que su hijo yacía allí, ¡quién le ha quitado la voz! clamó
entre la incertidumbre y la desesperación. Las horas se iban tiñendo de negro, apenas
tuviste tiempo de vivir y fuiste ajusticiado por la injusticia de asesinos a
tiempo completo. Te vi marchar con tus libros y tus ilusiones, rebosando vida e
ilusión y acabaste en un vertedero de basura por la codicia y la ambición de unos
pocos al servicio de otros. Que tu muerte no sea solo una tumba cavada en la
tierra, que la rebeldía se apodere del
clamor de justicia de las gentes que lloran y creen en la utopía. 43, un número
de muerte y dolor que marcará un antes y un después en la vida de un país…
Veda
Lontana
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