miércoles, 3 de septiembre de 2014

Noche cálida

No recordaba una noche de verano tan cálida como aquella, tenía todas las ventanas abiertas pero no corría brisa, llenó un cubo de agua y salió con él al balcón, la calle estaba sin luz y la vista solo le devolvía la negrura de la madrugada, se sentó en su silla de plástico naranja y metió los pies en el cubo, dobló su cuerpo hacia delante alcanzando con sus manos el agua que se fue arrojando por el cuello, volvió a hacer la misma operación esta vez dejando que el agua se deslizara por sus pechos, sacó los pies del cubo se puso en pie y llenó la regadera, el agua recorría su cuerpo hasta que, alcanzando el suelo del balcón, se derramaba cayendo al vació y repiqueteando contra la acera, la falta de luz le hacía sentir a salvo de reproches, miró hacia la ventana del primer piso del edificio de enfrente, pero solo vio negrura y continuó regando su cuerpo con la delicadeza con la que regaba las flores,  el repiqueteo rompía el silencio armónico de la noche, a su compás comenzó a escucharse una melodía, le eran tan familiares aquellos acordes, la negrura se hizo sueño y el sueño deseo porque en aquél momento mágico ella también tenía una granja en África al pie de las colinas…con un hilo de voz susurró: “Y cuando veo que no puedo seguir soportándolo, aguanto aún un momento más y entonces sé que puedo soportar cualquier cosa”… la madrugada volvió a ser silencio, en la ventana del primer piso se dejaba ver la incandescencia de un cigarrillo y una suave frisa brotó del negro de la noche acariciando su piel regada…lo más difícil es querer a alguien y ser lo bastante valiente para dejar que te quieran.


Veda Lontana

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